El nacimiento de la medicina como un saber técnico, como téchne iatriké, como ars medica, es el acontecimiento más importante de la historia
universal de la medicina. La total elaboración de esta primera medicina científica, que llamamos medicina hipocrática, duró alrededor de
trescientos años a partir del siglo VI a.C. Esta hazaña consistió en substituir en la explicación de la salud y enfermedad todo elemento
mágico o sobrenatural por una teoría circunscrita a la esfera del hombre y la naturaleza. Hechos de observación interpretados racionalmente en el
marco de esa teoría, conforman la base de este nuevo saber. En efecto, lo esencial en una ciencia es un sistema teórico que, en una ciencia empírica,
relacione los hechos de observación, los explique y así, a partir de ciertas condiciones, permita predecir un estado de cosas. Pero
¿acaso la explicación mágico-religiosa no tiene los atributos de una tal teoría? ¿En qué se apartan una de otra? Difieren en que la explicación
mágico-religiosa es inmutable e irreproducible, tiene el carácter de verdad absoluta. El sistema teórico de una ciencia, en cambio, es siempre hipotético,
puede en sí investigarse y modificarse, es una verdad provisional.
La medicina hipocrática nació de la filosofía y luego se separó de ésta, pero continuó ligada al saber general. Fue aquélla, por lo demás,
la primera ciencia aplicada en nacer. El hombre siguió concibiéndose de acuerdo con Demócrito, a saber, como el mundo en pequeño.
La idea fundamental que esta nueva medicina tomó de la filosofía presocrática, fue la de naturaleza. La physis según los hipocráticos posee una
fuerza que no puede ser superada por el hombre y tiene límites infranqueables por lo humano; y por lo tanto, en relación con la enfermedad, no hay
nada a qué invocar más allá de esos límites. La naturaleza tiene armonía y produce armonía, esto es, posee fuerzas capaces de restablecer el orden;
tiene una razón, el lógos, accesible a la razón humana; por eso puede haber una fisiología, es decir, un estudio de la naturaleza; la naturaleza posee
ciertas fuerzas o principios elementales activos, las dynámeis, así, en particular, lo seco, lo húmedo, lo caliente y lo frío. Los cambios o movimientos,
la kínesis, que ocurren en la naturaleza pueden acaecer por necesidad o por azar. En el primer caso, los cambios son inexorables, en el segundo caso puede
intervenir el hombre. Los cambios inexorables, el fatum, es superior a todas las fuerzas humanas. El hombre puede dominar lo que en la naturaleza ocurre por
azar, pero no lo que sucede por necesidad. Como todo movimiento, así también los cambios de la naturaleza tienen sus causas, las aitíai.
martes, 29 de octubre de 2013
FUNDAMENTO CIENTÍFICO
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario